Por Alessandra Graciotti @AlesGraciotti
Hay quien lo sabe bien y opta por el altruismo interesado, que consiste en ayudar a otros pensando exclusivamente en los beneficios que esa ayuda le va a reportar ayudar a otros
Esto no deja de ser egoísmo encubierto. Ejemplo: Le ayudo a mi vecina a llevar la compra a casa. ¿Por qué me decido a ayudarle?
Pero también hay quien es generoso por naturaleza y ayuda sin pensar en qué va a recibir a cambio. En el ejemplo anterior, sería aquél que decida ayudar a su vecina para que no tenga que cargar con tanto peso y llegue destrozada a casa. En ambos casos, el altruismo tiene beneficios.
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Quien da, recibe:
No tiene por qué recibir de la misma persona a quien le dio, pero sí es cierto que una persona generosa tiene más probabilidades de ser ayudada en caso de necesidad que una que no lo es.
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Quien ayuda se siente bien:
La mayoría de las veces, al menos. Y esa sensación positiva de poder echar una mano es muy gratificante.
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Aumenta su autoestima:
La persona que recibe el favor suele mostrar gratitud y aprecio a quien le brinda la ayuda. Esto, desafortunadamente, no ocurre en todos los casos pero, cuando sucede, quien ayuda es ayudado a su vez.
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Aumenta su autoconfianza:
Quien ayuda lo hace porque puede y sabe hacerlo. Se siente útil. ¿No es una gran compensación?
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Quien ayuda se vuelve más positivo analizando su situación:
Esto suele ocurrirles a aquellas personas que son capaces de perdonar fallos a otras, pero son los peores críticos de ellos mismos. El que ayuda a otro recibe a su vez una ayuda muy importante: Ayuda para aceptar sus propias limitaciones.
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